Te vas de viaje. Un plan irresistible. ¿Pero esos días no eres capaz de ir “al baño” ni una vez? Este problema, que sufre mucha gente, tiene nombre: parcopresis, las condiciones psicológicas que implican una dificultad o incapacidad para defecar en un entorno público. Cuando ocurre con orinar, recibe el nombre de paruresis.
Esto ni pasa siempre ni a todo el mundo. "Depende de las personas, para la gente más pudorosa (o menos habituada) sucede con más frecuencia", explica la psicóloga Aurora Gómez, a Maldita.es, medio cofundador de Factchequeado. "Cuando estamos realizando nuestras necesidades biológicas es un momento muy vulnerable, por eso necesitamos estar relajados", añade. De hecho lo ideal es que incluso la musculatura involucrada disfrute de cierta relajación para comenzar.
Elizabeth Bik, microbióloga que estudia el microbioma en la Universidad de Stanford (Estados Unidos), explica en The Atlantic que el estrés puede tener un efecto en la forma en que funcionan nuestros intestinos.
A ello se suma que, cuando estamos fuera, solemos comer diferente que en casa. Según la experta, una mayor ingesta de alimentos grasientos y con pan puede ser otra razón por la cual las personas experimentan el estreñimiento del viajero.
El médico especialista en el aparato digestivo Carlos Suárez explica a Maldita.es que la defecación es un acto fisiológico cuyo hábito y ejecución ha sido modificado por la civilización y los condicionamientos sociales. Esto, según el especialista, puede observarse incluso en animales adiestrados, usualmente mascotas.
"Excluyendo factores como las modificaciones dietéticas, la ingesta de líquidos y la actividad física, la dificultad para evacuar en estos casos obedece a variaciones en la rutina, al haber convertido la defecación, en mayor o menor medida, en un reflejo condicionado", indica Suárez.
Según cuenta, el horario, el entorno social, el ambiente físico, la interpretación o percepción de inadecuada limpieza del baño, así como la sensación de garantías insuficientes de intimidad respecto a olores o ruidos asociados son susceptibles de determinar esta conducta.
"Además, nuestro propio baño ya nos es familiar y tener la experiencia de que es seguro nos relaja. Si a eso le sumas los mecanismos de condicionamiento, ya solo con abrir la puerta nos sentimos predispuestos a ir al baño; al igual que entrar en el dormitorio nos predispone a dormir", señala la psicóloga.
En cambio, cuando a la gente le cuesta ir al baño por pudor, cuanto más conscientes son de este, más en tensión se sienten. Por eso es buena idea realizar algún ejercicio de relajación. "Yo recomendaría que se formaran un ritual en casa, que pudiera ser 'exportado' a un baño ajeno. Por ejemplo escuchar música con los auriculares", aconseja Gómez. Suárez concluye que esta es una situación que "no reviste gravedad alguna y usualmente autolimitada, a la que el organismo se adapta desarrollando nuevas rutinas".
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Primera fecha de publicación de este artículo: 02/01/2023