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¿Bolsas de plástico, papel o algodón? Te explicamos cuáles producen menos impacto ambiental

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 Si sólo tienes unos segundos, lee estas líneas:

  • Algunos usuarios de redes sociales se preguntan si las bolsas de plástico son menos ecológicas o sostenibles que las alternativas de papel, algodón o tela. 
  • Medir el impacto ambiental de las bolsas es difícil porque hay que tener en cuenta todo lo que pasa con ellas desde que se fabrican hasta que se desechan.
  • Nadie ha calculado la huella ecológica real de estas bolsas, según destacan algunos expertos. Lo que sí sabemos es que cuanto más reutilizables sean, más se reduce su impacto ambiental. 

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¿Alguna vez te has planteado si las bolsas de plástico son menos ecológicas o sostenibles que las alternativas de papel o de algodón o tela? Esta es una duda frecuente entre los usuarios de redes sociales. Resulta complicado medir el impacto ambiental por completo de estos productos. La clave, según varios expertos, está en la reutilización para reducir la huella ecológica. Te lo explicamos.

Hay que aclarar que tanto “el papel como el algodón son productos que se generan en ciclos biológicos que ocurren de modo natural en pocas decenas de años, mientras que el petróleo, la materia prima que utilizamos para el plástico, ha requerido de 300 millones de años”, explica Alberto Vizcaíno, ambientólogo y consultor en sostenibilidad y gestión ambiental, a Maldita.es, medio cofundador de Factchequeado.

Mientras tanto, el cultivo de algodón con el que están hechas las bolsas de tela “consume mucha agua”, como señala a The New York Times Travis Wagner, profesor de Ciencias ambientales en la Universidad de Maine.

Steve Cohen, director del Programa de Investigación sobre Políticas y Gestión de Sostenibilidad del Earth Institute, explica a la Columbia Climate School que es muy difícil predecir si las bolsas de plástico, papel o tela son mejores en términos de energía neta o carbono, porque todas usan carbono.

"Pero una vez que un producto hecho de combustibles fósiles, como una bolsa de plástico, llega al flujo de desechos, permanece allí para siempre. Ese es el mayor problema con el plástico", afirma.

En la misma línea se posiciona Xabier García Casas, graduado en Ingeniería de Materiales y en Física: “La medición del impacto ambiental de un producto en el medio ambiente es algo sumamente complicado de evaluar, ya que requiere de un estudio exhaustivo sobre toda la cadena”. “Desde la obtención de las materias primas hasta el proceso de fabricación, la logística y puesta a disposición del producto, el impacto de su uso, el impacto que genera cuando se convierte en residuo...”, explica a Maldita.es.

Normalmente el impacto de su uso y el que genera después como residuo es en lo que se suele pensar cuando hablamos de impacto ambiental, añade García Casas. Pero “un estudio de la cuna a la tumba considera infinidad de factores adicionales, e incluso en algunos casos algunos de ellos pueden llegar a ser un tanto subjetivos”.

Para el ingeniero de materiales y físico, lo realmente interesante no es el impacto de las bolsas sino el impacto por su uso. Es decir, hay que tener en cuenta “cuál es el número de veces que el producto puede cumplir su función para evaluar su impacto por cada uso que se le dé”.

Al respecto, la Agencia Ambiental de Reino Unido evaluó el ciclo de vida de las bolsas de supermercados en el año 2006 y concluyó que las bolsas de papel deben reusarse al menos 3 veces para tener menor impacto en la crisis climática que las bolsas de plástico de polietileno de alta densidad. Para las bolsas de algodón, el número de veces que se deben volver a usar es de 131, según este estudio.

Roberto Longueira, experto en Gestión de residuos industriales, explica a Maldita.es que es difícil dar una respuesta porque cree que “nadie ha calculado nunca la huella ecológica real” ya que “el verdadero costo (ecológico principalmente) no lo vamos a pagar nosotros, sino nuestros descendientes”.

Longueira recuerda que la huella ecológica “debe medir absolutamente todo lo necesario para la fabricación, transporte, uso y reciclado de un material u objeto”. Según cuenta, “todo impacta, porque todo necesita energía, produce emisiones, genera residuos, consume materias primas o necesita mano de obra para producirse, transportarse, etc”.

Vizcaíno añade que mecanismos como el de la huella ecológica son indicadores “donde se acota el campo de estudio”. “Si para el plástico ignoramos que hay que extraerlo de un depósito de combustibles fósiles y que después de su uso se convertirá en emisiones netas de efecto invernadero, no estamos haciendo una comparación justa”, señala.

Como indica el ambientólogo, a diferencia del papel y del algodón, “no hay un criterio científico y aprobado legalmente para evaluar objetivamente el impacto sobre el entorno del plástico”. También señala que comparar la huella hídrica del cultivo del algodón con la del plástico deja la primera opción como muy mala “como si la extracción del petróleo no implicase la contaminación del agua”.

Por una parte, los costos de producción y transporte de papel y algodón son mayores que los del petróleo y la vida útil de las bolsas de papel es menor que las de plástico, indica el experto en Gestión de residuos Roberto Longueira.

Para él, “el problema de los plásticos es que el costo real de su producción, transporte e impacto ambiental no es real porque no se valora suficientemente el impacto a futuro, el cambio climático y los costos de mitigación o reparación de sus efectos en el futuro, el impacto actual y futuro de los microplásticos sobre la fauna o la merma en la calidad de vida de las generaciones futuras que muy probablemente ya no tengan acceso a esa vida sencilla y barata que nos ha dado el uso de los plásticos y demás derivados del petróleo para preservar alimentos”.

La degradación más rápida del papel y del algodón en comparación con el plástico reduce la huella ecológica de las bolsas de papel y algodón porque “el residuo es de vida corta y son fuentes renovables”.

Coincide también con él Vizcaíno: “Mientras que el papel y el algodón tienen un impacto fundamentalmente visual durante el tiempo en que sus fibras se asimilan en ciclos biológicos por la naturaleza”, los seres vivos no son capaces de descomponer el plástico.

Algo que “supone un impacto temporalmente infinito en forma de microplásticos que, a su vez, liberan sustancias químicas plastificantes que se acumulan en los ecosistemas y biomagnifican en seres vivos”. Es decir, aumenta su concentración con el paso del tiempo en los organismos.

Los microplásticos están flotando en el aire, cayendo con la lluvia sobre montañas y ciudades, en la nieve y el hielo antártico, en océanos de todo el planeta y en bebidas y alimentos, como el pescado, la miel y el agua del grifo. En Factchequeado te hemos contado qué sabemos sobre la presencia de microplásticos en la leche materna.

Longueira señala que las personas deben tomar conciencia “sobre su responsabilidad con la huella que genera también el reciclaje frente a la reutilización”. “Los procesos de reciclaje tienen muchas limitaciones”, señala.

Según cuenta, la separación de plásticos es costosa si no está bien clasificado desde el principio. “La fracción de rechazo es alta y acaba en incineradoras que liberan compuestos químicos al aire o en vertederos donde tardan siglos en descomponerse totalmente”, añade.

En 2018, en Estados Unidos se generaron alrededor de 4,200,000 toneladas de bolsas y envoltorios de plástico, mientras que sólo se reciclaron 420,000 toneladas, según la Agencia de Protección Ambiental (EPA).

En cambio, Longueira explica que el papel y el cartón “cuentan con su propio contenedor y con un proceso de reciclado único que abarca prácticamente todo lo que entra en el contenedor”. Por lo tanto, la tasa de reciclado real es “muy superior a la del plástico”. Si bien el algodón tiene menor tasa efectiva de reciclado, el experto destaca que se descompone aunque no se recicle.

La opinión de Longueira es que las bolsas de plástico tienen una huella ecológica “muy superior a la de papel y algodón de procedencias sostenibles y que, en su mayor parte, pagarán otros en un futuro cada vez más próximo”.

En cambio, el experto considera que usar bolsas plásticas como las de rafia sintética (polipropileno) de manera generalizada puede tener una huella ecológica menor a corto plazo que las bolsas de papel y algodón por su durabilidad y su capacidad de reciclaje. Eso sí, siempre que se reutilicen y se reciclen adecuadamente.

Pero a largo plazo, la probabilidad de que el plástico “acabe generando un impacto medioambiental es alta en el suelo, el agua y la fauna”. A ello habría que sumarle “la huella ecológica real que debería tener el petróleo, una materia prima no renovable, con claros efectos climáticos negativos en su extracción y por su uso, transportado miles de kilómetros con el consiguiente riesgo de accidentes”.

Cuál es la bolsa con un menor impacto dependerá del uso que se le quiera dar, opina Vizcaíno: “Si no necesitamos un material impermeable, las bolsas de fibras vegetales tienen un menor impacto en términos de salud y de contaminación. Cuanto más reutilizables sean, más se reduce el impacto, al distribuirlo entre el número de veces que las reutilizamos”.

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