A través del chatbot de WhatsApp de Factchequeado (+1-6468736087) nos consultaron por un video en el que varias personas rodean al CEO de Pfizer, Albert Bourla, y le preguntan en qué momento fue consciente de que las vacunas contra el COVID-19 no detenían la transmisión de la enfermedad. “¿Por qué lo mantuvo como un secreto?”, se le plantea, mientras él camina sin responder a ninguna de las preguntas.
No es la primera vez que se acusa a Pfizer de haber ‘mentido’ a la población acerca de este tema. Lo cierto es que la farmacéutica, en su ensayo clínico inicial, no evaluaba la capacidad de las vacunas para reducir o detener la transmisión, sino la de desarrollar la enfermedad de COVID-19 sintomática entre población vacunada y no vacunada. Esto es algo que sabemos desde que se publicó este ensayo en 2020. Además, estudios posteriores y datos en el mundo real evidencian que las personas vacunadas contra el COVID-19 tienen una menor capacidad de transmitir el SARS-CoV-2 en comparación con quienes no están vacunados. Te lo explicamos en profundidad.
@factchequeado Qué sabemos sobre cómo probó Pfizer sus vacunas de COVID-19 antes de aprobarse y su capacidad de reducir la transmisión del virus, a propósito del video en el que increpan al CEO de la farmacéutica.
♬ Swear By It - Chris Alan Lee
El ensayo clínico de la vacuna de Pfizer estudió la eficacia de prevenir la enfermedad de COVID-19, no la transmisión, como ya se sabía desde 2020
Como han asegurado desde la farmacéutica estadounidense a Maldita.es, medio cofundador de Factchequeado, su ensayo clínico de fase 3 -publicado en 2020- fue diseñado y desarrollado para evaluar la eficacia de la vacuna para prevenir la enfermedad causada por el SARS-CoV-2, incluida la enfermedad grave.
“El ensayo clínico cumplió con los 2 criterios de valoración prioritarios, incluido el criterio de valoración de la eficacia, que es la prevención de la infección por COVID-19 sintomática confirmada, y el criterio de valoración secundario fue la prevención de la enfermedad grave. Los ensayos no se diseñaron para evaluar la eficacia de la vacuna contra la transmisión del SARS-CoV-2”, explican.
Además, insisten en que los datos de los estudios de vida real (desde que se aprobó la vacunación contra el COVID-19) complementan los datos de los ensayos clínicos y “proveen pruebas adicionales de que la vacuna proporciona una protección eficaz contra la enfermedad grave”.
Poco antes de lanzar al mercado estos fármacos, revistas como Nature ya abordaron su efecto sobre la transmisión del virus. Algo que consideraban “posible”, pero muy “difícil de probar”. Una vez comenzaron a administrarse estas vacunas, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) señaló que no se sabía si la vacuna frenaría la transmisión e instaron a los ciudadanos a que mantuvieran las restricciones.
La FDA aseguró entonces: “En este momento [diciembre de 2020], no hay datos disponibles para determinar cuánto tiempo durará la protección de la vacuna, ni hay evidencia de que la vacuna prevenga la transmisión del SARS-CoV-2 de una persona a otra”.
Las vacunas contra el COVID-19 no evitan el contagio ni la transmisión del virus, pero sí hay evidencias de que lo reducen
Si bien los ensayos clínicos de las vacunas contra el COVID-19 no evaluaron si la vacuna evita el contagio, ahora ya sabemos que no impiden que el SARS-CoV-2 entre en nuestro organismo. No obstante, después de su uso en la vida real en millones de personas, hay evidencias de que sí reducen la infección y la transmisión del virus.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos destacaron en su resumen científico sobre las vacunas del COVID-19 de septiembre de 2021 que el riesgo de transmisión se reduce "sustancialmente" en personas vacunadas, incluso con la variante delta (a la que más atención se prestaba en ese momento).
Un estudio publicado en la revista British Medical Journal (BMJ) concluyó que la vacunación con Pfizer se asoció con una reducción de entre el 80% y el 90% de la infección por SARS-CoV-2 entre residentes de centros de mayores, personal sanitario y personal sociosanitario.
Los beneficios de estas vacunas superan a los riesgos
En el video, también se plantea a Bourla si está preocupado por “la miocarditis”. No es la primera vez que un contenido afirma que las vacunas COVID-19 “generan” miocarditis en jóvenes.
Aunque es cierto que las vacunas de ARN mensajero frente al COVID-19 tienen como efecto secundario reconocido casos muy raros de miocarditis (la inflamación del músculo cardíaco) y pericarditis (la inflamación del revestimiento exterior del corazón) en población joven, los beneficios de vacunarse en jóvenes superan a los riesgos.
El Colegio Americano de Cardiología asegura que existe un riesgo pequeño de miocarditis asociada con las vacunas de ARNm: “En casi 250 millones de pacientes estudiados en 3 continentes, el riesgo individual de miocarditis asociada a la vacuna en la población general está entre el 0,002% y el 0,004%”.
El curso clínico de la miocarditis “es generalmente leve y la mayoría de los síntomas se resuelven antes del alta hospitalaria”. Así lo indica la organización, que insiste en que el efecto protector de la vacuna supera claramente el riesgo de sufrir una miocarditis.
Tanto los CDC como el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP) de Estados Unidos aseguran que los beneficios de las vacunas de ARNm (como la prevención de casos de COVID-19 y sus complicaciones) superan los riesgos de padecer miocarditis y pericarditis después de recibirlas.
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