A nadie le amarga un dulce: una jornada de ‘buen tiempo’, de temperatura agradable y día soleado, en la época que no toca, otoño e invierno, sienta bien a todo el mundo. Pero cuando esta situación de más calor y menos lluvias ocurre de manera sistemática, aparecen problemas. Hacemos un repaso de las principales consecuencias de que haya menos precipitaciones y más temperatura en las épocas que deberían recibir más frío y agua.
Cómo han cambiado las masas de aire en invierno
En climas donde existen marcados cambios de temperatura -como los inviernos y veranos en el atlántico, a diferencia de los climas tropicales-, la alternancia entre meses de calor y frío juega un papel importantísimo en las especies, en cómo regulan sus ciclos vitales y cómo los humanos los aprovechamos para obtener alimentos o prevenir enfermedades.
Cuando tenemos inviernos más cálidos de lo normal, o cuando las estaciones frías alternan períodos de calor repentino con temperaturas típicas, las consecuencias se hacen notar. Un invierno estable tiene una masa de aire frío uniforme (como muestra la siguiente imagen a la izquierda). Así lo indica la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), que destaca que actualmente esa masa es más inestable, alternando lenguas de aire frío con aire caliente (a la derecha de la imagen).
Hay especies que necesitan las bajas temperaturas para sobrevivir
Una consecuencia de tener inviernos más cálidos es que las especies que necesitan de un tiempo de frío no contarán con él. En flores y cultivos herbáceos (como los cereales), esto se denomina vernalización.
“La vernalización es el proceso mediante el cual se promueve la floración mediante la exposición prolongada al frío de un invierno típico”, afirmó Richard Amasino, experto en bioquímica de la Universidad de Wisconsin en un artículo publicado en la revista Current Opinion in Biotechnology. En árboles y cultivos frutales se habla de horas frío, que en esencia es lo mismo.
La adaptación al frío en algunas plantas se regula “mediante un complejo sistema genético”, según contó Caridad Calero, experta en producción de alimentos, agricultura y ganadería, a Maldita.es, medio cofundador de Factchequeado. ¿Qué ocurre cuando no hace tanto frío en invierno? Que la vernalización no comienza y la planta “puede no estar lista para sacar adelante flores y frutos o directamente no se activan los genes que regulan este proceso”.
También puede suceder que sí, que se alcancen las temperaturas adecuadas de invierno, pero no duren lo suficiente y se alternen períodos irregulares de calor y frío. Isabel Hernández, ingeniera agrícola de industrias alimentarias, explicó a Maldita.es que la floración o producción de estas especies puede arrancar con el calor “pero si vuelven las bajas temperaturas y las heladas, con las que se perderán esas flores o brotes, se perderá la cosecha o es de peor calidad”.
El impacto en la polinización y la biodiversidad
Si la floración se adelanta en las plantas como consecuencia de las altas temperaturas, los polinizadores (los animales que ayudan a transportar polen, principalmente los insectos) aún no están presentes y no se completa esa polinización, explicó a Maldita.es Óscar Huertas, máster en Biotecnología Agroforestal y doctor en Microbiología. Este Particularmente, la producción de cultivos que alimenta a los humanos depende de este proceso natural.
Carmen Martínez, ambientóloga especializada en biodiversidad, destacó al mismo medio que el frío “mata a adultos de ciertas especies, como los invertebrados (insectos como moscas, langostas y mosquitos)”, algo que mantiene el equilibrio de los ecosistemas. Pero si este frío no llega o no es suficiente, “puede aumentar las plagas”. “Unos se pueden beneficiar y otros perjudicar, pero en general, la biodiversidad disminuye”.
Salud, plagas y enfermedades cuando falta frío
El frío en invierno también tiene un papel en la salud de los cultivos. Por un lado, muchos patógenos que perjudican a plantas y cultivos mueren con las bajas temperaturas. Otras plagas, hongos e insectos permanecen en estado latente en invierno y solo aparecen cuando se dan las condiciones de temperatura y humedad adecuadas.
Ante un invierno más caluroso de lo habitual, estos patógenos lo tienen mucho más fácil para sobrevivir y multiplicarse. Naciones Unidas advierte que en un único invierno inusualmente cálido “puede ser suficiente para favorecer el establecimiento de plagas invasoras”.
Caption: Cuatro ejemplos de plagas que afectan a cultivos. Comenzando por la esquina superior izquierda, en sentido horario: Lobesia botrana, Tetranychus urticae, Planococcus ficus y Schistocerca gregaria. Fuentes: Hectonichus/Wikimedia, Gilles San Martin/Wikimedia, Crisco 1492/Wikimedia.
Este problema de plagas no se queda en los cultivos. “Algunos vectores (animales que transmiten enfermedades), como los mosquitos, aparecen cuando no les toca y de repente se comienzan a transmitir enfermedades, como el virus del Nilo o cualquier otro en épocas en que no se esperan”, detalló Huertas. Esto es un problema directo para los humanos porque dificulta los diagnósticos médicos.
También existen microorganismos beneficiosos para plantas y cultivos que pueden soportar el calor en invierno y otras condiciones estresantes (son extremófilas), pero si se unen más condiciones desfavorables a la vez, como falta de agua, alta salinidad o presencia de contaminantes, “no pueden aguantar todo a la vez, no son pluriextremófilas”, afirmó Huertas.
Impacto en la supervivencia de aves migratorias
Las aves migratorias suelen dirigirse hacia el sur cuando bajan las temperaturas en el hemisferio norte y esto influye en cuándo tienen crías. Ahora, la evidencia científica apunta a que estas aves lo tienen cada vez más difícil para sobrevivir, ya que sus fases de migración están desequilibradas con las de sus presas (orugas) y no cuentan con ese alimento. También puede ocurrir, explicó Huertas, que se asienten en una zona que consideren apta para sobrevivir que, en realidad, es más fría de lo que pueden tolerar y “no les dé tiempo a irse y mueran”. “No tienen calendario ni reloj”, concluyó el experto.
Agotamiento de reservas hídricas y restricciones
La primera consecuencia de que no llueva lo que debería es que las reservas se van agotando, ya que la demanda de agua sigue existiendo, aunque no llueva. Si esta situación se prolonga en el tiempo, puede derivar en un episodio de sequía y en escasez de agua (se parecen y están relacionados, pero no es lo mismo).
Para hacer frente a esta situación, las instituciones establecen restricciones al uso del agua que pueden afectar a la agricultura, a la industria, al ocio y al abastecimiento.
Estrés hídrico en las plantas
El estrés hídrico ocurre cuando la demanda de agua es mayor que el agua disponible, explica la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Las plantas también lo sufren, ya que afecta al desarrollo y crecimiento, a la producción (menos frutas por árbol o de menor tamaño), a la floración y al propio mecanismo de la fotosíntesis, lo que, a su vez, provoca que las plantas retengan menos dióxido de carbono y devuelvan menos oxígeno al aire.
Esto deriva en problemas para los cultivos. Los de secano, que dependen directamente de las lluvias y de la humedad que retenga el suelo, reducirán su producción. Ana María Butrón, doctora Ingeniera Agrónoma, indicó a Maldita.es que sin lluvias, “se verá comprometida la germinación (proceso por el que una planta crece y puede vivir por sí sola) de los cultivos de secano”, como los cereales.
Los cultivos de regadío no dependen directamente de la lluvia, pero sí de que se les suministre agua. Así, cuando estas plantas sufren de estrés hídrico, también producirán menos frutos, serán más pequeños o de peor calidad.
Impacto económico de los cultivos
Que empeore el rendimiento de los cultivos también tiene un impacto económico. Los de secano son a su vez el alimento para la ganadería, ya que estas plantas también sirven para el pastoreo y para elaborar piensos, por lo que si tienen menos producción, también aportarán menos alimento para estos animales.
En el caso de los de regadío, el impacto económico ocurre tanto en lado del agricultor (que en situaciones de sequía reduce su margen neto de negocio) como en el del consumidor (el precio de los frutos se encarece al existir menor oferta y la misma demanda).
Empobrecimiento de los suelos
Martínez advirtió de que tener menos agua afecta a reacciones químicas y especies que mantienen el suelo en buen estado: “Sin disponibilidad de agua, la materia orgánica se degrada más lentamente, se forman menos compuestos húmicos y los suelos son más pobres”. El humus es la materia orgánica procedente de la descomposición de animales y vegetales y es esencial para retener agua y nutrientes en el suelo.
Alta salinidad en las desembocaduras de los ríos
Si escasean las lluvias, circulará menos agua dulce hacia las desembocaduras de los ríos, por lo que el agua salada del mar entrará con más facilidad a los deltas y estuarios (desembocaduras), lo que provoca un aumento de la salinidad.
Esta cantidad de sales más elevada puede perjudicar a los cultivos, provocando desequilibrios nutricionales. Los más afectados, explica Gallego, son los cultivos inundados, como el arroz, y las plantaciones que se cultivan en las riberas.
Cambios en las lluvias: más torrenciales y más desplazadas hacia el verano
Los patrones de precipitaciones han cambiado. A los períodos de sequía -un fenómeno que se intensifica y ocurre de manera más frecuente con el cambio climático- se le alternan más precipitaciones extremas. Esto también contribuye a la sensación de que ‘llueva menos’, porque cuando lo hace, es en un período corto de tiempo.
Esto también tiene consecuencias negativas. Martínez detalla que cuando llueve en fechas más próximas hacia el verano, las plantas crecen más en una época en la que “luego no soportarán el periodo cálido y seco del verano”. Además, este tipo de lluvias torrenciales pueden no llenar los embalses ni aliviar la sequía.
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