“El 74% de las muertes registradas 2 semanas tras las inoculaciones contra el Covid-19 fueron probablemente causadas por ellas”. Estos son los mensajes que se están compartiendo en redes sociales tras la publicación de una revisión de trabajos. El preprint de esta revisión (la versión aún pendiente de ser revisada por pares) fue retirado por la revista científica The Lancet en 2023 a causa de problemas metodológicos y por proponer conclusiones no argumentadas ni demostradas a lo largo del artículo.
El trabajo, que sigue manteniendo gran parte de las limitaciones por las que fue criticado y retirado de la sección de prepublicaciones de The Lancet (sesgo en la selección de artículos; autocitas a los propios autores, muchos de ellos conocidos por compartir desinformación, y a artículos retractados; conflictos de interés…), fue publicado el 17 de junio de 2024 en Forensic Science International, una revista que permite a los autores publicar sus investigaciones en acceso abierto pagando una tarifa de suscripción de 4,230 dólares.
¿Cuándo se propuso y por qué se negó la publicación de este artículo?
En 2023, The Lancet aceptó en Preprints with the Lancet (la sección de la revista en la que se publican artículos en su etapa inicial, cuando todavía no han sido revisados por pares) un preprint cuyos resultados sugerían, tras el estudio de 325 autopsias en personas vacunadas contra el COVID-19, que sus muertes habían sido consecuencia de la vacuna.
Sin embargo, el preprint fue retirado menos de 24 horas después. “Preprints with the Lancet eliminó esta preimpresión porque las conclusiones del estudio no están respaldadas por su metodología”, señalaba la revista, y añadía que el trabajo “no cumplía con los criterios de selección”.
¿Cuál fue el objetivo de la revisión y cuáles los resultados?
Según los autores, el objetivo de la revisión de trabajos fue investigar posibles vínculos entre la administración de la vacuna contra el COVID-19 y la muerte mediante autopsias y análisis post mortem.
Los resultados de la revisión sostienen que el 73.9% de esas 325 muertes (es decir, 240) “se debieron a un síndrome de lesión por vacuna fatal” o “vaccine injury syndrome”, un término común en grupos antivacunas para aludir a efectos secundarios que no tienen una conexión causal confirmada con la vacunación.
¿Quiénes son los autores y cuáles son las críticas y limitaciones de la revisión?
Con respecto a los autores, parte de ellos son conocidos por haber difundido desinformación sobre el COVID-19 y las vacunas en el pasado. Ocurrió tanto con Roger Hodkinson como con William Makis o Peter McCullough quienes, en esta revisión, fueron los encargados de determinar las muertes que, en teoría, se podían atribuir a la vacunación.
Además, los autores se autocitan en la bibliografía (las ‘fuentes’ de la revisión). “Se citan revisiones narrativas publicadas por los propios autores en las que especulan salvajemente sobre los mecanismos de daño propuestos (pero no probados) de las vacunas COVID-19”, señaló en X Jonathan Laxton, médico especialista en medicina interna. También citan artículos retractados (trabajos retirados por no cumplir con los estándares requeridos para ser aceptados por los miembros de la comunidad científica).
Por otra parte, existen conflictos de interés: muchos de quienes firman esta revisión están afiliados a The Wellness Company, una compañía que vende suplementos destinados a “prevenir la miocarditis” y “bloquear la proteína S”, incluida la prevención de enfermedades derivadas de la “excreción de vacunas” y el “tratamiento de lesiones por vacunas”. Ninguno de estos productos dispone de evidencia científica que avale o justifique su uso. “Esto hace que el artículo parezca más un folleto de marketing que un estudio”, indicó Laxton.
Antes de llevar a cabo una revisión de trabajos, es necesario seleccionar, de entre toda la literatura científica disponible, aquellos trabajos que van a ser revisados. Para justificar cuáles se incluyen y cuáles no, debe establecerse un criterio claro que justifique esta selección. En este caso, los autores seleccionaron 44 de los 678 estudios disponibles sobre el tema, lo que quiere decir que descartaron más del 90% de los trabajos existentes.
Según los autores, se incluyeron “todos los estudios de autopsias y necropsias que incluían la vacunación contra el COVID-19 como antecedente de exposición”. Uno de los motivos por los que el preprint fue retirado en 2023 fue que este criterio se consideró poco claro. Además, la justificación para descartar parte de los estudios disponibles fue “que no incluían muertes”, lo que plantea un sesgo en la selección: el posible rechazo de investigaciones que precisamente desmentirían la hipótesis que se plantea en la revisión (que las muertes eran consecuencia de la vacunación).
Una muerte tras la vacuna no quiere decir que fuese una consecuencia de esta
Correlación no implica causalidad, es decir, que exista relación del tipo que sea entre 2 variables (por ejemplo, que una persona se haya vacunado y que tiempo después haya fallecido) no significa que una de ellas (la vacunación) sea la causa de la otra (muerte).
Si alguien fallece por muerte natural poco después de vacunarse, es posible reportar el caso y que se ‘cuente’ como efecto adverso, aun sin tener nada que ver realmente con el fármaco. Las vacunas son muy efectivas en reducir la mortalidad por COVID-19, pero no están diseñadas para reducir las muertes por otras causas (enfermedades crónicas previas, enfermedades posteriores, accidentes…). Por tanto, es esperable que sigan ocurriendo fallecimientos por otros motivos. Motivos no relacionados con la vacunación.
Volviendo a la revisión, varios de los casos estudiados fueron pacientes que, si bien habían sido positivos en COVID-19, también presentaban otras infecciones y cáncer.
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