Varios contenidos publicados desde diciembre de 2024 comparten un informe publicado por miembros del Congreso sobre la pandemia de COVID-19, presentando sus afirmaciones como “conclusiones demoledoras” o que desmontarían la evidencia científica sobre el coronavirus, el origen y las medidas tomadas en esta época.
Un poco de contexto sobre lo que dice y lo que no frente a la evidencia científica conocida:
El documento (que desgranamos a continuación) son las conclusiones de una subcomisión de la Cámara de Representantes, que buscaba, tal y como dice el trabajo, “un informe sobre las medidas adoptadas que nos permitiera estar mejor preparados y responder mejor a futuras pandemias”.
El informe dice que el COVID-19 “probablemente surgiera de un laboratorio de Wuhan por una fuga de laboratorio”, sin refutar la evidencia disponible hasta la fecha que apunta a un origen zoonótico del coronavirus.
Critica algunas medidas tomadas durante la pandemia (distanciamiento social, tapabocas, confinamientos) y considera que se hicieron “sin evidencia científica”.
Sobre vacunas, el informe afirma que no impiden la transmisión del virus y al tiempo reconoce que salvaron millones de vidas.
No es un trabajo académico ni está sujeto a estándares científicos, como la revisión por pares (expertos homólogos).
El subcomité está compuesto por representantes de ambos partidos (miembros republicanos y demócratas), pero con mayoría y dirección republicana, que son quienes tienen más peso en las conclusiones redactadas. Los miembros demócratas de la subcomisión también han publicado su informe de conclusiones que no coinciden con algunos puntos de este documento.
Por qué un informe de una subcomisión del Congreso no tiene validez científica
A pesar de que ciertos contenidos presentan este reporte del Congreso como “la verdad sobre el coronavirus” o “un informe demoledor”, lo cierto es que este documento no tiene propósito ni validez científica. No tanto por las conclusiones a las que llega, sino porque los trabajos académicos están sujetos a otros estándares que no tiene este tipo de documentos: la revisión por pares (expertos homólogos), la refutabilidad, el planteamiento y la comprobación de hipótesis o la publicación en alguna revista científica para que el resto de la comunidad tenga acceso a ella.
El informe de la subcomisión se elabora en base a una serie de entrevistas, audiencias y revisión de documentos con un propósito político o legislativo, no científico. En este caso, está definido en el propio documento: “Servir de hoja de ruta para que el Congreso, el Ejecutivo y el sector privado se preparen y respondan a futuras pandemias”.
Así, destaca que los resultados de este trabajo no están sujetos a la revisión por pares, un proceso por el que otros expertos en un asunto revisan el documento antes de que sea publicado en busca de errores, fallos metodológicos, incoherencias o dudas. Eso no significa que todo lo que pase una revisión por pares sea correcto y concluyente, pero sí que mantiene unos estándares.
El informe presenta “consensos bipartidistas” que no tienen por qué tener validez científica
Como indica el presidente de la subcomisión, el informe presenta algunas conclusiones en las que están de acuerdo todos o la mayoría de sus integrantes, independientemente del partido. Estos son algunos puntos de acuerdo bipartidista que destaca el presidente del subcomité:
La posibilidad de que el COVID-19 surgió de un accidente de laboratorio “no es una teoría de la conspiración”
Los mensajes científicos deben ser claros y concisos, respaldados por evidencias y que vengan de mensajeros confiables
Los funcionarios de salud pública deben trabajar para recuperar la confianza de los estadounidenses
Estos puntos de consenso no tienen por qué ir en la misma línea que las conclusiones que alcanza el informe. Además, los miembros demócratas de esta subcomisión, que están en minoría, también han publicado su reporte final, que critica el informe del Congreso por “alimentar narrativas extremistas que denigran a maestros, científicos y funcionarios de salud pública estadounidenses” y por “perpetuar peligrosas falsedades” sobre las vacunas y las políticas que se implementaron durante la pandemia.
Qué es y cómo se ha hecho el informe
El documento del Congreso es un informe que pone fin al trabajo de 2 años de una subcomisión de miembros de la Cámara de Representantes. Es un grupo seleccionado entre miembros del Comité de Supervisión y Rendición de Cuentas.
La subcomisión está compuesta por 9 miembros del partido republicano (que lo preside) y 7 del partido demócrata. Esto es relevante porque, según las reglas del comité, estos miembros pueden aprobar por mayoría las conclusiones de estos informes. Además, la presidencia de la subcomisión puede distribuir el tiempo de preguntas en las audiencias y entrevistas que alimentan estos informes, o considerar qué preguntas son relevantes para el trabajo de la subcomisión.
El informe se ha hecho, según indica, después de realizar 30 entrevistas, 25 audiencias y reuniones y “revisar más de un millón de páginas de documentos”. Entre las entrevistas están: Peter Daszak, presidente de la ONG de investigación EcoHealth Alliance; Anthony Fauci, antiguo asesor médico jefe del presidente durante la pandemia de COVID-19; Francis Collins, exdirector de los Institutos de Salud (NIH); o Andrew Cuomo, exgobernador del Estado de Nueva York.
Qué dice este informe: origen del coronavirus, medidas en la pandemia y vacunas
El informe, de 557 páginas, resume sus conclusiones alimentadas por las entrevistas, audiencias e investigación en la página web del subcomité. Destacamos lo que dice sobre el origen del coronavirus y sobre medidas tomadas durante la pandemia.
Sobre el origen del coronavirus: el trabajo concluye que “el COVID-19 probablemente surgió de un laboratorio en Wuhan” como resultado de un escape o accidente de investigación. Consideran que el patógeno “posee características biológicas que no se encuentran en la naturaleza”, que en Wuhan se encuentra “el principal laboratorio de investigación de China de síndrome agudo respiratorio grave (SARS)” y con historial de haber hecho “investigaciones de ganancia de función”, un tipo de estudio que ‘mejora’ algunas características de los patógenos.
También afirman que si hubiera evidencias de que el coronavirus tiene origen natural “ya habría salido a la luz”, lo que cae en una evidencia de ausencia. La ausencia de pruebas sobre un hecho no implica que ese hecho no exista, como indica la Biblioteca Cochrane: solo significa que aún no hay suficiente información para confirmarlo o descartarlo.
Lo cierto es que el origen natural (zoonótico, que es un virus originario de animales que pasó a humanos) del COVID-19 es la hipótesis que más evidencias científicas sólidas acumula a día de hoy, aunque es cierto que no existe una conclusión definitiva que descarte al completo otras hipótesis más improbables, como el escape de un laboratorio. El informe de la subcomisión tampoco considera que descubrir el origen de otros virus anteriores se haya tardado muchos años, como ocurrió con el MERS, el virus de Marburgo o el VIH.
Sobre medidas durante la pandemia: el informe expresa conclusiones muy críticas con los tapabocas, las medidas de distanciamiento social y los confinamientos. Por otro lado, destaca que las restricciones a los viajes internacionales que se hicieron durante el Gobierno de Trump, en marzo de 2020, retrasaron la propagación del coronavirus.
De los tapabocas, el informe considera que “no hay evidencia concluyente de que los tapabocas protegieran efectivamente frente al COVID-19” y que las autoridades de salud pública “no proporcionaron datos científicos” para recomendar su uso, “lo que provocó un aumento masivo de la desconfianza pública”. Tanto la Organización Mundial de la Salud como los CDC, encargados del control de enfermedades, indican que los tapabocas pueden ayudar a reducir el riesgo de transmisión del coronavirus. En estas notas de Maldita.es, medio cofundador de Factchequeado, se recopila la evidencia científica disponible sobre el uso de mascarillas en interiores y exteriores y en personas con infecciones respiratorias.
Del distanciamiento social, el informe dice que esta recomendación de mantener una separación de “6 pies” (1.80 metros) era “arbitraria y no basada en la ciencia”. El informe considera que se trató de una de las políticas “con mayor impacto durante la pandemia de COVID-19” y que afectó a la vida diaria de la mayoría de americanos, al tiempo que culpan a Anthony Fauci de decir que esta recomendación “simplemente surgió”, algo que consideran “inaceptable”. En esta nota de Maldita.es se explica la evidencia científica disponible sobre esta medida en marzo de 2020, cuando fue declarada la pandemia de COVID-19.
De los confinamientos, el trabajo dice que estos fueron la principal causa del cierre de negocios en Estados Unidos. Sin embargo, el mismo reporte refleja que el impacto económico también fue ocasionado por “un cambio dramático en el comportamiento de los consumidores” que afectó en mayor medida a establecimientos físicos y pequeños negocios.
De las restricciones de viajes internacionales, el informe destaca que esta medida tomada en marzo de 2020, durante el Gobierno Trump, “retrasó la propagación del coronavirus” en Estados Unidos. El trabajo considera —sin aportar evidencia— que la mayoría de casos de los primeros días de la pandemia estaban asociados a los viajes internacionales, por lo que esta medida tomada por el Gobierno de Trump “fue capaz de reducir la afluencia de individuos infectados y salvar vidas”.
Sobre las vacunas: el informe recoge opiniones diversas e incluso contradictorias. Un ejemplo de esto último es que el trabajo considera que la Operación Warp Speed, un programa del gobierno de Trump para acelerar el desarrollo y distribución de vacunas COVID-19 desde abril de 2020, tuvo “un gran éxito”. Al tiempo, consideran que la FDA, encargada del control de medicamentos, aceleró de forma “arbitraria” las aprobaciones de vacunas COVID-19 para cumplir con instrucciones del gobierno de Biden y que esta aceleración era “peligrosa”.
Además de lo anterior, el informe afirma que los mandatos de vacunación “no estaban respaldados por la ciencia y provocaron más daños que beneficios”. Sin embargo, no incluyen evidencias que respalden esa conclusión. Además, aunque recalcan que la vacuna “no impedía la transmisión del virus”, destacan que estos productos y su rápida aprobación “salvaron millones de vidas”.
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